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Rasgos de una personalidad Inmadura |
La personalidad es la suma total de las pautas de
conducta actuales y potenciales determinadas por tres notas: la herencia
(el equipaje genético, lo que recibimos de nuestros padres), el
ambiente (el entorno) y la experiencia de la vida (la
biografía de cada uno).
La personalidad es el sello propio
y específico de cada uno. La tarjeta de visita. Dicho
en otros términos, la personalidad es una organización dinámica, en
movimiento, en donde confluyen los aspectos físicos, psicológicos, sociales y
culturales de un individuo. Los psiquiatras nos dedicamos a la
ingeniería de la conducta. Somos perforadores de superficies psicológicas, intentamos
ahondar en la mecánica interna del comportamiento, para corregirlo, mejorarlo,
hacerlo más equilibrado.
La inmadurez significa una persona a medio hacer,
que da lugar a una psicología incipiente, incompleta, que no
está bien terminada y que tiene muchos flecos negativos, pero
que puede cambiar y mejorar y hacerse mas sólida, con
la ayuda de un psiquiatra o de un psicólogo.
Voy a
intentar sistematizar sus principales ingredientes en este decálogo, para que
el lector pueda adentrarse en la frondosidad de lo que
ahí reside. Los síntomas son los siguientes:
1) Desfase entre la
edad cronológica y la edad mental: esta es una de
las manifestaciones que más llama la atención de entrada, en
una primera aproximación. No olvidemos que hay gente de maduración
tardía y otra de maduración temprana, y esto le da
un carácter ligeramente distinto a esta observación.
2) Desconocimiento de uno
mismo: ésta era una de las normas del héroe griego.
En el templo de Apolo, en Grecia, había en el
frontispicio de la entrada una inscripción que decía así: «Nosci
se autom», conócete a ti mismo. Se trata de tener
claro que la asignatura más importante de cada persona es
uno mismo, lo que quiere decir saber las actitudes y
las limitaciones que uno tiene. Ambas son como el cuaderno
de bitácora que nos ayuda a una navegación por la
vida adecuada.
3) Inestabilidad emocional: que se expresa mediante cambios en
el estado de ánimo, pasando de la euforia a la
melancolía y esto de un día para otro o dentro
de un mismo día. Esto hay que diferenciarlo claramente de
las llamadas depresiones bipolares. El inmaduro es desigual, variable, irregular,
sus sentimientos se mueven y bambolean de forma pendular, lo
que hace que nunca pueda uno saber qué va a
encontrar en el otro. Esa fragilidad mudable es una nota
muy característica. Su estado de ánimo se expresa a través
de unos dientes de sierra, una especie de montaña rusa,
en donde las oscilaciones son muy frecuentes.
4) Poca o nula
responsabilidad; la inmadurez tiene niveles, lo mismo que sucede con
cualquier hecho psicológico. Esta palabra procede del latín «respondere», que
significa: contestar, prometer, satisfacer. Estar en la realidad es conocer
el hoy-ahora de uno mismo sin ningunearse y sin creerse
uno más que nadie.
5) Mala o nula percepción de la
realidad: la captación incorrecta de sí mismo y del entorno
que le rodea le lleva a tener una conducta desadaptada
tanto intrapersonal (disarmonía consigo mismo) como interpersonal (inadecuado contacto con
los demás, no sabiendo medir las distancias ni las cercanías).
6)
Ausencia de un proyecto de vida: la vida no se
improvisa. Necesita una cierta organización, un esquema que diseñe el
porvenir. Los tres grandes argumentos de éste son: amor, trabajo
y cultura. En ninguno de ellos ha calado con profundidad.
No se puede vivir sin amor, el amor debe ser
el primer argumento de la vida, que da vida y
fuerza a los demás. Del cumplimiento de estos tres grandes
temas brota la felicidad, suma y compendio de una coherencia
de vida donde los tres tienen una enorme importancia.
7) Falta
de madurez afectiva: entender qué es, en qué consiste y
cómo vertebra nuestra vida sentimental. Por amor tiene sentido la
vida. Pero no hay amor sin renuncias. Y al mismo
tiempo saber que nadie puede ser absoluto para otro. El
amor eterno no existe; se da en las películas, en
las canciones de moda y en las personas poco maduras.
Lo que sí existe es el amor trabajado día a
día. Amar no significa tener dulces sentimientos, sino volcarse con
el otro en las pequeñas cosas de cada día. En
mi libro Quién eres, describo la madurez afectiva como una
modalidad aparte, con perfiles propios y específicos. Ahí solamente subrayaría
¡que fácil es enamorarse y qué complejo mantenerse enamorado. Hoy
se ha producido en este campo una auténtica socialización de
la madurez sentimental.
8) Falta de madurez intelectual: la inteligencia es
otra de las grandes herramientas de la psicología, junto con
la afectividad. Hay muchas variedades de inteligencia: teórica, práctica, social,
analítica, sintética, discursiva, matemática, analógica, intuitiva y reflexiva... Pero para
quedarnos con una idea clara: una persona es inteligente cuando
sabe centrar un tema, haciendo razonamientos y juicios de la
realidad adecuados, siendo capaz de elaborar un conjunto de soluciones
asequibles y positivas que permitan resolver problemas concretos. Dicho en
términos más modernos de la psicología cognitiva: inteligencia es saber
recibir información, codificarla y ordenarla de forma correcta y ofrecer
respuestas válidas, coherentes y eficaces. Aquí las manifestaciones de la
inmadurez se expresan de forma rica y variada. Falta de
visión y de planificación del futuro. Hipertrofia del presente, una
exaltación del instante. No hay crecimiento en los análisis personales
y generales, con poca o nula justeza de juicio. Serias
dificultades para racionalizar los hechos y aplicar un cierto espíritu
cartesiano. La vida es como un viaje, por eso es
importante saber a dónde uno quiere ir.
9) Poca educación de
la voluntad: la voluntad es una joya que adorna la
personalidad del hombre maduro. Cuando es frágil y no está
templada en una lucha perseverante, convierte a ese sujeto en
alguien débil, blando, voluble, caprichoso, incapaz de ponerse objetivos concretos,
ya que todos se desvanecen ante el primer estímulo que
llega de fuera y le hace abandonar la tarea que
iba a tener entre manos. Es la imagen del niño
mimado que tanta pena produce; traído y llevado y tiranizado
por lo que le apetece, por lo que le pide
el cuerpo en ese momento. Que no sabe decir que
no, ni renunciar. Alguien echado a perder, consentido, malcriado, estropeado
por cualquier exigencia seria, que no doblará el cabo de
sus propias posibilidades. Un ser que ha aprendido a no
vencerse, sino a seguir sus impulsos inmediatos. Por ese derrotero
se ha ido convirtiendo en voluble, inconstante, ligero, superficial, frívolo,
que se entusiasma fácilmente con algo, para abandonarlo cuando las
cosas se tornan mínimamente difíciles.
Esto trae consigo otros datos: baja
tolerancia a las frustraciones, ser mal perdedor, ya que tiene
poca capacidad para remontar las adversidades, pues no está acostumbrado
a vencerse en casi nada; tendencia a refugiarse en un
mundo fantástico, para alejarse de la realidad.
10) Criterios morales y
éticos inestables: la moral es el arte de vivir con
dignidad; el arte de usar de forma correcta la libertad,
conocer y poner en práctica lo que es bueno. En
la persona inmadura todo está cogido por alfileres y fácilmente
se deshilacha y se rompe. La moda, la permisividad, el
relativismo son pautas vertebrales básicas, sigue los vaivenes de lo
último a lo que se apunta todo el mundo sin
ningún espíritu crítico. Autor: Enrique Rojas
Ref: http://www.es.catholic.net/educadorescatolicos/758/2413/articulo.php?id=28551
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